Federico Posadas está a punto de cumplir dos años al frente de la cartera de Turismo y Cultura en la provincia de Salta llevando adelante el desafío de mejorar el trabajo hecho por sus predecesores para posicionar a la provincia como base del Norte argentino.

¿Cuánto hace que estás cargo del Ministerio?
Asumí el 18 de diciembre del 2008. Van a hacer dos años.

¿Cuál fue el mayor reto para continuar una gestión exitosa?
Fue un desafío muy fuerte porque yo asumí casi sobre el 2009, que fue un año muy difícil y me encontré con muchos prejuicios sobre mí en el empresariado, y hubo que demostrarles, primero, que la crisis era coyuntural, y después, que podían apostar a mi persona en función del apoyo político del gobernador para darle una impronta nueva al turismo en la provincia. Recordemos que ni bien asumí fue el alud de Tartagal, con lo cual la provincia pasó de ser “Salta la turística” a “Salta la  catastrófica”. Después tuvimos el dengue, en paralelo estaba la crisis financiera internacional, y rematamos con la gripe A en julio…

… las siete plagas de Egipto…
Sí (risas). Veníamos muy complicados pero dijimos “si superamos esto, lo que no nos mata nos fortalece”. Desde fines del 2009 acompañamos el repunte del turismo nacional y desde ahí la reactivación se empezó a notar mucho. Creo que la crisis del 2009 sirvió para consolidar el temple del empresario salteño porque desde el 2002 hasta el 2008 había sido un veranito donde hicieran las cosas mal, bien o muy bien ganaban plata, y en el 2009 se vieron ante la realidad de que podían perder plata y a muchos les pasó. Fue un sacudón importante donde surgió la proactividad y se dividieron las aguas del empresariado entre los que críticaban y los que tenían una postura de acción y acompañamiento.
Mmucho de lo que se sembró entonces comenzó a dar sus frutos a comienzos del 2010, cuando empezamos a romper récords. Tuvimos la mejor Semana Santa de la historia; un fin de semana del Bicentenario que superó a la Semana Santa y unas vacaciones de julio que rompieron todos los parámetros del turismo en la provincia, logrando que creciéramos, no sólo en cantidad absoluta de turistas, sino también en pernoctes, y en gasto promedio diario, y esto generó un impacto económico muy positivo que permitió ver que el turismo estaba fundado sobre bases firmes.

Creció en cantidad de turistas ¿Cuántos?
Proyectando hacia fines del 2010 creemos que vamos a superar 1.400.000 turistas. Ante un promedio de 1.150.000 turistas que tuvimos entre 2007 y 2009. En gastos pasamos de 237 pesos a 315 de julio a julio, y en cuanto a pernoctes pasamos de 2,3 noches a 2,6 noches de 2009 a 2010 por lo cual superamos los 570 millones de pesos del 2009 a mil millones de pesos en el 2010.

¿Qué porcentaje de turistas extranjeros?
Estamos en un 20% o 25%.

O sea que el negocio se sustenta con el turista argentino.
Quedó demostrado, sobre todo en épocas de crisis, que el turista nacional permitió sostener la actividad porque hubo un corrimiento del turista internacional al turista regional. Con mucha más gente viniendo de países y provincias limítrofes. Estratégicamente el turismo nacional se convierte en una pieza clave para el desarrollo de la actividad y le da más sustentabilidad al destino.

¿De dónde llegan los turistas nacionales?
En primer lugar de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, el Litoral, Tucumán, Jujuy. Eso se da así sobre todo por la conectividad aérea, ya que los 7 vuelos diarios desde Buenos Aires nos garantiza tener un flujo muy grande de gente viniendo desde la ciudad y la provincia de Buenos Aires, además del vuelo con Córdoba.

Salta apoyó a una línea aérea privada como Andes. ¿Qué beneficios les trajo?
Fundamentalmente estabilidad. Primero fue romper con un monopolio que tenía una lógica comercial muy poco rentable. Yo aplaudo la política nacional en relación a Aerolíneas Argentinas con la posibilidad de que haya más conectividad, pero hay que reconocer que el país tuvo muchos vaivenes y esto es de ahora, y lo bueno que tiene y que tuvo Salta, es que independiente de quien fuera el gobierno la política siempre fue la misma. Es el gran logro que tuvo como provincia y el desafío que tiene para superar e inclusive darle una vuelta de tuerca a lo que se logró en la conectividad aérea.
Es un instrumento fundamental para regular el mercado, y una vez consolidado, para lograr la conectividad con nuevos destinos, y para nosotros Andes es casi como una línea aérea de bandera provincial porque cuando hubo alguna política aerocomercial nacional esquiva a los intereses de Salta estábamos apoyados en el bastón de Andes que nos permitió subsanar esa falencia. Creo que  ahora tenemos 7 vuelos diarios gracias a que antes tuvo a Andes con una política más competitiva que incentivó que hubiera más demanda y también más oferta.

¿Cuáles son los destinos más visitados y cuál es la materia pendiente?
Hoy Salta Capital es el centro del Norte argentino en términos turísticos, lo que nos permite trabajar en forma complementaria con destinos del interior de Jujuy y Tucumán haciendo base en la capital salteña que tiene 10 mil camas, lo que nos consolida como centro de distribución del Norte.
En el interior las dos perlas del turismo que ya están consolidadas son Cachi y Cafayate obviamente que hay que trabajar en calidad, pero a nivel de infraestructura están trabajando muy bien, y el desafío es trabajar articuladamente con los municipios y el privado incentivando la inversión desde el Estado para que se puedan llevar los beneficios del turismo a pueblos del interior como Guachipas, Chicoana, Santa Victoria, Tolar Grande, La Poma, o el mismo sur con el Sendero Gaucho que hoy tiene su centro en las Termas de Rosario de la Frontera pero que llegue a El Tala, El Jardín, La Candelaria; el norte con zonas que tienen la fuerza de Acambuco casi al límite con Bolivia para todo lo que es turismo activo, pero para eso tiene que haber infraestructura, tiene que animarse el inversor privado a arriesgar y desde el Estado estamos creando los estímulos necesarios para tentarlos.

¿Cuáles son los estímulos?
Créditos fiscales que existen históricamente en la provincia y que en su momento se estimuló Salta Capital y Cafayate y hoy se utiliza ese instrumento en otras zonas de la provincia. Ahora estamos por inaugurar un hotel en la zona de Guachipas, otro en Guemes, uno en La Caldera y se está iniciando uno grande en San Lorenzo.

¿Qué fue lo que lo convenció a Urtubey de que el turismo era un buen negocio para Salta?
Él tiene una vocación muy fuerte a favor del turismo. Le presta mucha atención en lo que es la toma de decisiones y en el lugar que ocupa en su agenda de gobierno. Creo que lo dije alguna vez que cuando me convocó para ocupar el Ministerio de Turismo y Cultura me dijo que tenía que tener en claro que el Ministro de Turismo era él porque le gustaba mucho y que yo iba a asumir el ministerio “en caso de ausencia”, lo cual es buenísimo porque que el propio gobernador se ponga la camiseta del turismo significa un apalancamiento a la gestión increíble, hubo una prueba de confianza muy fuerte y en cada una de las decisiones y en cada momento crítico que tuvo la provincia el gobernador estuvo al frente bancando en los tiempos de vacas flacas y fortaleciendo el compromiso en tiempo de vacas gordas. El hecho de tener un gobernado turístico es un soporte fundamental para que mi gestión sea exitosa. No es lo mismo un ministro solo que un ministro junto con el gobernador.

¿Cuál es el apoyo que te da el empresariado salteño?

Está atado a lo del año 2009 que permitió poner blanco sobre negro y que creo generó una renovación de la dirigencia turística, no en los nombres pero sí en la mentalidad. El hecho de que pasáramos de una cultura paternalista a una asociativista fue clave, ya que nos asociamos en un 50 y 50, y por ahí el Estado antes ponía más pero eso de alguna manera los malcrió, entre comillas, y desde mi propia lógica y la del gobernador y de los empresarios de la última etapa tiene mucho más lógica y sustentabilidad esta gestión en donde el sector privado y el público ponen en formas equitativas para  garantizar el éxito turístico, y no un modelo paternalista en el que el privado estaba de brazos cruzados esperando que el Estado les solucione todo.