La falta de previsibilidad de las últimas restricciones y de seriedad en los controles vuelve a poner en jaque al sector que no para de acumular pérdidas. 

Por Marcelo Frontale, director de Mensajero Turístico. 

Volvieron los varados, anuncian de una y otra forma los noticieros de casi todos los medios de comunicación nacionales. La frase, claro, es en referencia a los pasajeros que regresaban de Miami, pero que al intentar acceder al segundo tramo del vuelo (Panamá/Buenos Aires) se encontraron con que después de varias idas y vueltas el servicio había sido cancelado. ¿Qué pasó?  Están las dos versiones. Por un lado, que el Gobierno nacional lo suspendió en ese momento sin previo aviso; por el otro, la que dice que la aerolínea había sido notificada con antelación de que no podía operarlo. 
En el medio, otra vez los pasajeros y la credibilidad de la industria turística. 

¿Cómo se va a lograr que la imagen del país genere confianza en turoperadores y pasajeros extranjeros si suceden estas desprolijidades?

Pero el problema no empezó acá, si no hace meses, cuando se decidió que la responsabilidad iba a quedar en manos de los ciudadanos. Algo lógico que, a priori, en muchos casos puede haber funcionado. Pero la medida, sin duda, debería haber ido acompañada de controles efectivos y aleatorios que permitan la correcta detección de casos positivos o sospechosos. No puede ser que seis meses después la noticia sea que un 40% de los pasajeros que llegan no cumple con la cuarentena, cuando está activa una aplicación que permite revisar, por medio del GPS, que el pasajero esté en su domicilio. Por otro lado, ¿quién chequea que se realice el PCR al séptimo día? 

¿Era necesario llegar a limitar de manera tan extrema los arribos? La Decisión Administrativa que se publicó en el Boletín Oficial en las primeras horas del sábado que restringe el ingreso al país a 600 pasajeros por día no sólo complica a los pasajeros, sino a las compañías y al turismo en general.
Nadie está en contra de las medidas, sino de las formas. A esta altura ya se sabe que por más que el pasajero ingrese con el esquema completo de vacunación puede estar incubando la enfermedad y contagiar igual, y más cuando lo que se busca es prevenir el ingreso de una cepa que en Argentina aún no tiene circulación comunitaria. Se entiende que se quiere cuidar la salud de la población, y en ese punto todos estamos de acuerdo, no hay grietas.

Pero, ¿por qué se siguen tomando medidas sin antes hablar con las aerolíneas para lograr un plan de acción que permita una operatividad ordenada dentro de las circunstancias? Más aún cuando el último tiempo se comenzaron a habilitar más vuelos. Muchas fronteras terrestres aún en pandemia siguen siendo un colador. Sin embargo, Ezeiza es el ingreso al país en el que se puede controlar de manera más minuciosa, pero sigue siendo el más castigado. 

Quienes salimos del país sabemos a qué nos arriesgamos, no se discute eso. Se firma la declaración jurada con suma consciencia de que el escenario de pandemia puede imponer medidas de este estilo. Pero como ciudadanos también confiamos que en que la previsibilidad del Estado va a intentar que los efectos colaterales sean los mínimos. 
Por eso, como pasajero y como empresario del sector aguardo para que este escenario no empeore con el paso de las horas, sino que se busquen soluciones por el bien de todos.