La presencia de grandes buques en la ciudad de los canales tiene un doble impacto: el agua que desplazan deteriora los edificios centenarios que hacen de la urbe un lugar único y hay una fuerte presencia de aceite y combustible.

En concreto, la Unesco extendió el plazo hasta febrero de 2020 para “demostrar que serán respetadas las normas de tutela ambiental y de salvaguardia de los bienes culturales y arquitectónicos".

Hasta el momento, las autoridades italianas han intentado implantar normativas para limitar la presencia de grandes cruceros; de hecho, el Ministerio de Medio Ambiente llegó a aprobar un decreto  que prohibía navegar a busques de más de 96.000 toneladas, pero fue cancelado. No obstante, existe una fuerte oposición a una limitación por parte del ayuntamiento, los armadores y las compañías de cruceros.

Por Venecia siguen surcando naves de hasta 80.000 y 100.000 toneladas que desembarcan a miles de cruceristas. En 2017, llegaron a la ciudad 480.000 y en 2018 la cifra se disparó hasta los 561.000.

La oposición del ayuntamiento veneciano a limitar a los cruceros contrasta con sus políticas con los viajeros “a pie”, ya que desde el consistorio se han impuesto límites diarios a las visitas y se han creado tasas turísticas para gravar a aquellos visitantes que llegan en avión, tren o coche.