Por Juan Carlos Chervatin. Profesor Emérito de la UBA. Director del Centro de Estudios y de la Maestría en Economía y Gestión del Turismo de la Facultad de Cs Económicas de la UBA.

El 28 de octubre, Jair Bolsonaro ganó en el ballotage contra el candidato del PT, Fernando Haddad, alcanzando un 55 por ciento de los votos. Si bien asumirá en enero de 2019, no son pocas las especulaciones que se manejan respecto a lo que hará y lo que no durante su mandato, sobre todo, teniendo en cuenta las polémicas declaraciones que ha tenido antes y durante su campaña.

El resultado de estas elecciones no es producto exclusivo de lo que sucede en Brasil, es el de la situación mundial. En este momento parece que estamos en el comienzo de una nueva institucionalización de la democracia y esta reinstitucionalización, indudablemente, requiere de un gran trabajo todavía no realizado por aquellos que se dedican a hacer y a construir nuevas instituciones que reemplacen las anteriores.

El impacto que la tecnología produjo en la sociedad ha modificado, fundamentalmente a los ciudadanos, pero no a las instituciones que los representan en la democracia, o sea a los partidos políticos. Si bien hay personas que individualmente utilizan la tecnología para hacer sus campañas políticas, esto ya lo hemos visto en todo el mundo, los partidos siguen teniendo una estructura muy antigua para este nuevo mundo. 

Esto lo anticipaba el fenómeno de la “Primavera Árabe”, mucho antes de la aparición de los nuevos líderes populistas, tanto de derecha como de izquierda. Podemos decir que éste fue el primer emergente de las redes sociales aplicadas a la política que, hasta ahora, han servido eficientemente para movilizar a las personas en sus reclamos, pero todavía no han demostrado ser muy eficientes en la gobernabilidad, porque una cosa es ganar las elecciones y otra es gobernar. Y justamente, los líderes populistas han demostrado, en general todos, incluso Bolsonaro, ser muy eficientes respecto del uso de las redes para su promoción. 

En este momento esta redefinición de las nuevas instituciones está colocando a América Latina -que está pasando por un momento de generalizado deterioro económico- en una nueva situación: en casi toda la región existe un giro del centro izquierda hacia el centro derecha. Antes de producirse el fenómeno de Bolsonaro en Brasil se dió la llegada a la presidencia de Sebastián Piñera en Chile y la asunción de Mauricio Macri en nuestro país. 

Un dato a destacar es que tanto lo de Chile como lo de nuestro país, fue un movimiento hacia el centro derecha, mientras que lo de Brasil es un giro a la extrema derecha que podemos enmarcar en una tendencia nacionalista. Una de las características que tendrá el gobierno de Bolsonaro, es la clara presencia militar, no sólo por su figura- como ex Capitán del Ejército- sino también en las designaciones de sus ministros, además de las personas que son sus mentores y asesores. 

Esta es una situación que tenemos que observar con bastante detenimiento porque esta política, que va a acercar a las fuerzas armadas al poder, va a terminar siendo un problema de geopolítica y tenemos que ver hasta dónde ésta se reimplanta dentro de los problemas latinoamericanos. 

Una de las hipótesis de conflicto, y la más importante que tiene Brasil, es la defensa de la Amazonía. No cabe ninguna duda que éste va a ser uno de los temas prioritarios de un gobierno con una visión nacionalista como la de Bolsonaro. ¿Hasta dónde va a llegar y hasta dónde esta defensa geopolítica se va a transformar en una defensa de los temas económicos y las relaciones comerciales que establezca el nuevo presidente de Brasil con aquellos que más cercanos estamos a la economía brasileña? Es algo que se irá viendo gradualmente. Habrá que seguirlo sin perder de vista que Bolsonaro tiene 52 diputados de un conjunto de más de 500. 

La Cámara de Diputados brasileña en este momento está constituida por representantes de 30 partidos políticos, con lo que significa llegar a tener que acordar con todos ellos. Por eso, una cosa es lo que uno dice dentro de una campaña y otra cosa es la que puede hacer cuando tiene que comenzar a negociar con una Cámara con tal fragmentación. Por lo tanto, muchos de los dichos extremos que ha pronunciado Bolsonaro no serían fácilmente concertados por la mayoría y no podrían implantarse. Por otro lado, todos van a tener que repensar su institucionalidad política, por lo que se puede llegar a dar una situación donde muchos de esos pequeños partidos se encolumnen detrás de Bolsonaro y que a lo mejor, dentro de un corto tiempo veamos que sus 52 diputados se han multiplicado. 

Prioridades 

Semanas atrás, el futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, salió a decir que en este momento Argentina y el Mercosur no eran prioridades. Estas declaraciones, que causaron un poco de malestar, fueron muy apresuradas, tanto que a las 24 horas se desdijo. 

Pero lo cierto es que no se desdijo con que el primer país que va a visitar Bolsonaro va a ser Chile. Esto deja bien en claro la afinidad que tiene el futuro mandatario de Brasil con Sebastián Piñera y con la polìtica económica que está llevando adelante, la cual es mucho mayor que la que tiene con la economía de Argentina, sobre todo con el tema previsional, que es uno de los grandes ítems del déficit de América Latina, que en general tiene como base a este urticante tema. 

Bolsonaro va a atacar el déficit del Estado de manera fuerte y sin gradualismos y va a querer aplicar modelos muy similares a lo que fueron las AFJP (1994-2003). 

Por otro lado, este acercamiento a Chile tiene que ver con una posición histórica de Brasil, porque el país siempre quiso tener una salida al Pacífico. Muchas veces nuestras rutas son la unión de esta idea geopolítica que tiene Brasil.

Los desafíos

En los últimos años Brasil está pasando por un escenario un tanto complejo. Tanto los mandatos de Dilma Rousseff, como de Michel Temer -aunque con este último amortiguaron la caída-, fueron gobiernos que colocaron a Brasil en una mala situación económica. De todas formas, cuando hablamos de una mala situación económica, si la comparamos con Argentina, los números quedan lejanos. Brasil tiene una inflación del 6,5 por ciento anual, que es lo que nosotros tenemos mensualmente. La relación es muy superior a la nuestra desde el punto de vista de sus reservas. Después de la última devaluación que hemos sufrido hace muy pocos días en la Argentina, por primera vez el PBI per cápita brasileño, es superior al argentino. 

Pero algunos puntos de la situación económica que está atravesando Brasil en ciertos casos son similares a los nuestros. Un ejemplo de esto es que allí los subsidios llegan a 40 millones de personas, los mismos que se distribuyen en todo el Nordeste de Brasil. Justamente es algo que se ve claramente en el mapa de la elección, en donde se observa que todo el nordeste brasileño votó por Haddad,  mientras que el sur y el norte brasileño votó por Bolsonaro.

Uno de los grandes desafíos de su gobierno será llegar a un equilibrio entre los subsidios y que esto no resulte en un problema social. Además deberá abogar por la reducción del gasto del Estado, que es uno de los problemas más serios que tienen todos los gobiernos en donde se adoptan medidas similares. 

Brasil es un país tan rico como el nuestro. Tiene los recursos naturales que le van a permitir llegar a solucionar su problema y la discusión no va a pasar por lo económico, sino por el problema clásico de la política que es la distribución de los beneficios, por lo que el eje va a ser cómo Bolsonaro distribuirá esa riqueza, lo que  va a lograr que Brasil vuelva a reposicionarse en el mundo. 

¿Qué se espera? 

No hay dudas de que las políticas que puede llevar a cabo Bolsonaro significan una modificación muy importante para la región. 

El Gigante de Sudamérica tendrá una fuerte tendencia al nacionalismo y al proteccionismo, pero ese nacionalismo no puede ser más el “vivamos con lo nuestro”, porque esa posición mercantilista, es algo que no existe más ya que la tecnología lo impide.  Para nuestro país el Mercosur es un buen negocio porque nos agrega a un mercado de 200 millones de habitantes, pero Brasil, necesita al mundo para negociar y  no le alcanza sólo con Argentina, por lo que no puede cerrarse porque el mundo, a su vez, cuando un país se cierra no le compran más. 

En un corto plazo Bolsonaro va a tener que enfrentarse ideológicamente con el nacionalismo antiguo y una muestra de eso es el problema que tiene con Petrobras, ya que Guedes quiere privatizarla, pero el flamante 1er mandatario y las Fuerzas Armadas, no. 

En este mismo contexto, se plantea la modificación de la estructura jubilatoria brasileña. Si esto le da resultado, va a mejorar la economía de Brasil y esta mejora va a significar, para nosotros, el desarrollo del mejor mercado emisivo que tenemos.