Cuando en el 2009, en el programa Palabras + Palabras -emitido por el canal TN-, Ernesto Tenembaum y Marcelo Zlotogwiazda le preguntaron al entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, qué haría con Aerolíneas Argentinas y no lo dudó ni un instante: ¡¡Privatizarla!! Simple, lineal, convencido. 

Por aquel entonces la aerolínea de bandera claramente formaba parte de la plataforma política de la Administración K, y ser opositor al gobierno de turno justificaba ampliamente esa línea de pensamiento.

Pero en su caso no era una postura política, Mauricio Macri estaba convencido de que debía ser así, y a casi 10 años de aquella entrevista televisiva, la convicción sigue siendo la misma, pero con matices.

Aunque muchos no lo recuerden en 2015 también aseguraba que el país debía desprenderse de Aerolíneas Argentinas y Austral, aunque después cambió de opinión y dijo que lo que se debía hacer era buscar gente más profesional para dirigirla, y así llegaron Isela Costantini, Mario Dell´Acqua y ahora Luis Malvido. Curiosamente, ninguno de ellos con pasado en la industria aerocomercial, como tampoco lo tuvieron los gestores kirchneristas.

Lo concreto, lo real, es que existe una intencionalidad de que Aerolíneas Argentinas le cueste lo menos posible al país a cualquier precio, sea esto bajando costos, reduciéndola a su mínima expresión o, simplemente, vendiéndola.

Lo concreto, lo real, es que existe una intencionalidad de que Aerolíneas Argentinas le cueste lo menos posible al país a cualquier precio.

Tal vez la mirada debería estar puesta más allá de los millones de pesos que salen del erario mensualmente para alimentar las devaluadas arcas de la compañía y visualizar en qué se transforma ese dinero.

Independientemente de aquellas Asambleas que tienen más olor a paro encubierto que a reuniones para acordar posiciones entre los gremios, y con cuya forma no concordamos, la necesidad de Aerolíneas Argentinas trasciende a la discusión de cuántos Jardines de Infantes o Metrobuses se podrían hacer con el dinero que el Estado aporta a su subsistencia.

Porque ese dinero, aparentemente mal utilizado, permite acercar a la gente de todo el país y también de los que vienen de afuera, generando puestos de trabajo en lugares donde si no llega el avión no hay empleo.

Es cierto que otras compañías podrían ocupar ese espacio, pero ¿quién lo haría poniendo plata de su bolsillo? ¿quién volaría a Formosa, Chaco, San Luis, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja; o a la Patagonia? ¿quién lo haría como lo viene haciendo Aerolíneas Argentinas desde sus inicios, no desde hoy o mañana?

La función social de Aerolíneas Argentinas, en un país tan basto, sólo la podemos comparar con las redes de ferrocarriles del mundo, y casi todas ellas dan pérdida a los Estados, pero sin embargo son mantenidas por la necesidad de comunicar a los pueblos y su gente.

Años atrás un presidente argentino, en una situación bastante similar a la que se vive hoy con Aerolíneas Argentinas, (en aquel entonces era con Ferrocarriles Argentinos), dijo: “Ramal que para, ramal que cierra”, ¿Cuántos aeropuertos estaremos dispuestos a cerrar?