Los vaivenes en la cotización del dólar que tiene en vilo, ¡una vez más! a los argentinos, impacta de manera directa no sólo en el humor de la gente, sino fundamentalmente en sus flacos bolsillos. 

Si bien para unos pocos esta devaluación es motivo de alegría, en el turismo la moneda tiene dos caras. De un lado de la moneda se encuentran los que viven del turismo emisivo, que están desestabilizados por la enorme caída de las ventas de pasajes, paquetes y servicios turísticos en el exterior. Tiempo atrás había que dejar pasar unos días para que el público consumidor se acomodara a su nueva realidad esperando que el dólar se estabilizara. Hoy nadie sabe cuál es el techo de la verde moneda y eso ha generado una baja en las ventas en algunos casos superior al 35%. 

De esta manera, los run run de posibles cierres de empresas comenzaron a hacerse oír con fuerza, más allá de los cierres oportunistas de algunos empresarios que disfrazan su ineptitud administrativa con los problemas económicos del país. 

Del otro lado de la moneda se encuentran los que viven del turismo receptivo, ya sean agencias de viajes, hoteleros, transportistas o prestadores de servicios que se ilusionan esperando con que los argentinos que no viajen al exterior se vuelquen nuevamente a los destinos vernáculos como en 2002; esperando que en el corto plazo los turistas regionales comiencen a ocupar las capacidades ociosas que tienen por aquí y por allá. 

Los viajeros de larga distancia tardarán bastante más en descubrir las ventajas de contar con monedas más fuertes que nuestro endeble peso argentino, por eso no sería prudente contarlos por el momento.   

Como tantas veces lo hemos dicho, es cierto que para poder capitalizar la llegada de estos prospectos de turistas, sean locales o extranjeros, la clave pasará por no trasladar en su totalidad el aumento de la moneda norteamericana a los precios autóctonos. 

No es casual que el Ministerio de Turismo haya llegado a un acuerdo con la CAT y FEHGRA para congelar las tarifas de los hoteles durante el receso invernal y así poder sostener la competitividad en el sector, aunque nos permitimos dudar del resultado final, como ya ha sucedido en otros tiempos. Algunas veces pensamos que hay empresarios que en su angurria matan a la gallina de los huevos de oro antes de que nazca. 

¿Cómo terminará impactando la cotización del dólar en la actividad turística? nadie lo sabe con certeza. Se puede especular y arriesgar, pero el panorama es, cuanto menos, incierto y atenta contra la sustentabilidad del sector. 

Por lo pronto, no queda otra que esperanzarnos pensando en la posibilidad de que se reencauce la economía del país y permita que todo vuelva a la normalidad rápidamente, de lo contrario muchos heridos quedarán en el camino.