Independientemente del resultado obtenido el sábado en Rusia, los argentinos somos un pueblo difícil de satisfacer. Si ganamos fue gracias a Messi y Mascherano, si perdemos las culpas las cargará Sampaoli y Tapia, nunca el equipo.

Tenemos la rara habilidad de hacer prevalecer en todos los ámbitos de nuestra vida una mirada inquisidora que define anárquicamente si el vaso esta medio lleno o si esta medio vacío, jamás pensando en que el medio es solamente eso, la mitad.

Leyendo el otro día al amigo Claudio Destéfano, me sentí reflejado en su visión del inconformismo que nos caracteriza a las nativos de estas tierras. Una especie en peligro de extinción por las vicisitudes de la economía vernácula, pero tambien por la volatilidad de la línea de pensamiento de las mayorías y, también, de las selectas minorías. No hay nada que nos conforme como sociedad y permanentemente estamos mas en contra de… a favor de.... En la actividad turística, como no podía ser de otra manera, nos pasa más o menos lo mismo. Las políticas de la administración Macri repercuten en el negocio de diferentes maneras, e invariablemente nos encontramos con los que piensan que se benefician con las nuevas medidas y también con los que aseguran que se perjudican, difícilmente el equilibrio sea el factor común, fundamentalmente porque nadie piensa en el común denominador que nos aglutina a todos: Argentina.

Es cierto que el turismo exportativo derramó hacia el exterior unos 7.000 millones de dólares en 2017, pero lejos están de ser culpables los agentes de viajes que les venden pasajes, paquetes turísticos o servicios. La agencia de viajes es una empresa pyme que se desarrolla a partir de las necesidades de sus clientes, los pasajeros, quienes a su vez definen qué hacer con su tiempo libre y dinero a partir de lo que sus posibilidades económicas le permiten.

Sin embargo algunos medios intentan instalar que el turismo exportativo sería el principal causante del déficit económico que sufre nuestro pais; y así comienza la cruzada anti viajes al exterior para justificar un incremento en el impuesto a los pasajes internacionales que ya fue aumentado del 5% al 7% en enero del año pasado. ¿No será mucho?

Entendemos la necesidad de bajar el déficit del Estado, pero, ¿multando las libertades económicas de los pasajeros? Por otro lado, la devaluación de la moneda permite hacer del destino Argentina una opción más apetecible para el viajero foráneo, sobre todo para el de los países limítrofes, que pueden reaccionar mas rápidamente a las turbulencias cambiarias, pero ya se escuchan las quejas por los aumentos de los insumos importados que no permiten hacer del todo rentable las operaciones de turismo receptivo.

En fin, lo dicho, somos un pais con demasiados grises, y con una gran capacidad para negar nuestras virtudes. No es la grieta, definitivamente, somos nosotros.