La relación entre argentinos y uruguayos está plagada de sentimientos encontrados.
Tal vez generados por la famosa soberbia autóctona de acá, que cruelmente les recuerda, cada vez que puede, que son la provincia más oriental de la Argentina; y que se contrapone con el amor incondicional que los argentos tenemos por las playas de Punta del Este, refugio natural en vacaciones o feriados largos de un amplio sector pudiente de nuestros compatriotas.
Argentinos y uruguayos hacen esfuerzos enormes por marcar diferencias y distanciarse, pero los vínculos son tan fuertes que ni Jorge Batlle, allá por el 2002, pudo hacernos pelear cuando dijo que “los argentinos son una manga de ladrones, del primero al último”.
Tampoco el conflicto de las papeleras puso distancias importantes en la relación, aún después de habernos enterado que su presidente en aquel entonces, Tabaré Vásquez, estuvo a punto de iniciar una absurda guerra en 2007.
Claro que las decisiones de nuestro Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, no generaron emociones positivas en el inconsciente colectivo uruguayo, y mucho menos, las medidas adoptadas en nuestro país en relación al dólar…
Pero sin dudas es el actual presidente de la República Oriental del Uruguay, José “Pepe” Mujica, quien da una buena definición de nuestra relación con el hermano rioplatense cuando dice: “Uruguay es un país medio esquizofrénico: les chupa la sangre a los argentinos y después los escupe”.
Tanta sinceridad conmueve el alma gardeliana, porque reconoce la bipolaridad de una relación que está enferma de Crisis Economitys Globalis, enfermedad que afecta en las dos orillas del río color de león, y provoca que se busque el remedio que más la conviene a cada etnia, olvidándose del vecino de enfrente.
Equivocados o no, cada gobierno intenta frenar una crisis con las armas que tiene, Argentina cerrando los caminos a la adquision de divisas, Uruguay poniendo incentivos de todos los colores para que nos animemos a cruzar el charco sin perder poder adquisitivo.
Sin embargo, y más allá de los esfuerzos del estado uruguayo por intentar minimizar los daños con descuentos, bonos o eximiciones impositivas, los empresarios del país vecino –al igual que muchos de este lado de la orilla- apuestan a la ingenuidad del pasajero y tiran por la borda todo intento de acercar las orillas al cobrar sus servicios a valores inexistentes cuando no les pagan en pesos uruguayos.
¿Defensa de la moneda uruguaya o simple viveza yorugua?
Ahora que Gardel es definitivamente francés ¿nos vamos a pelear por un dólar Washington?