En los últimos años  varios volcanes de la cordillera patagónica  (puripallanes) tomando el viento del oeste-este (kosten -muluto) nos castigaron con cenizas volcánicas (trumao), que mucho daño le originaron a los ganaderos de larga tradición patagónica, (esta vez  entre los paralelos  40 a 44º), perjuicio, que llevan casi al abandono de las tierras, que ha golpeado, también  hasta nuestros días para la operación del transporte aéreo, lo que ha puesto en crisis, también a la genuina y creciente, actividad turística de la Argentina, que mira al sur.
Dicen los descendientes de estas tierras “tehuelches” donde hoy existen pocos originarios  genuinos y autóctonos, que se trata del castigo de los “dioses”, ante la historia de los últimos siglos, donde en simultaneidad fueron alejados por  blancos y otros originarios trasandinos, de sus amplios espacios de mesetas y estepas.
El sacerdote salesiano Manuel Molina y otros investigadores, dejaron constancia en sus escritos, que datan de mediados del siglo pasado, que la Patagonia estaba poblada por el grupo aborigen, nómade, Téushenkenk o Teushen, una de las cuatro ramas de los Tehuelches. Los teushen se fueron replegando paulatinamente. El último de ellos, puro, falleció en 1948 en Los Antiguos (Provincia de Santa Cruz)
Actualmente nadie habla la lengua tehuelche. Pero algunos investigadores, como el Padre Manuel Molina, pudieron tomar contacto con los últimos autóctonos teushen para registrar vocablos de su lengua. Gracias a estos trabajos se sabe que la denominación que los tehuelches le daban al vehemente y energizante viento patagónico era el Kósten.
Nuestro país ha magnificado  el Zonda en la zona de Cuyo, y al Pampero en la Pampa Húmeda, en difundida proyección.
¿Y el impetuoso viento de la Patagonia, se olvidaron de respetarle su nombre de origen, ”el Kosten”?  En la actualidad, quienes habitan la región llaman al viento simplemente Viento o Eolo, por el dios de los vientos de la mitología griega. Pero no le tradujeron la designación que le diera el dueño de estas tierras, el Tehuelche (gente del sur), para los araucanos trasandinos. Un querido agente de viajes, ya desa–parecido,  Livio Gador, honró a nuestro viento, llamando al hotel que construyó en El Calafate: “Kosten Aique” (lugar del viento).
Debido a una inexplicable e ingrata omisión histórica no se les otorga a los tehuelches la justa evocación que merecen. Afortunadamente no todo se perdió de este ancestral pueblo, pues gran parte de la toponimia de la Patagonia central es de origen tehuelche, figurando entre ellos el nombre de la provincia del Chubut (Chupat) que significa según el estudioso Rodolfo Casamiquela: “Río trasparente y sinuoso”.
Como un signo de la prodigalidad energética de la Patagonia en la más amplia variedad de recursos vía kostenes, tanto no renovables -como el petróleo, carbón y gas- como fuentes no contaminantes e inagotables -como la energía hidráulica, maremotriz y geotérmica-, esta región ahora también genera electricidad. Partiendo de este inmenso recurso renovable como lo es el viento, El Kósten es el viento que nos enorgullece a los habitantes patagónicos, cuando contemplan los imponentes molinos que se erigen en distintos puntos de la región, en Comodoro Rivadavia, Río Mayo, Pico Truncado, Cutral-Có y Rada Tilly, y próximamente cerca de Rawson y entre Trelew y Madryn. Como estandartes del desafío a que se impusieron para extraer parte de la energía que se acrecentará  en la prodigiosa naturaleza patagónica.
Kósten, el viento de la Patagonia, es símbolo de la tenaz decisión de arraigo, que tenemos “la gente que quiere este sur”.
Energía bruta, limpia y poderosa que, mediante gigantescos aerogeneradores, se ha convertido en otra fuente energética más con las que, abundante y diversificadamente, cuenta nuestra Patagonia, para asistir el “Cono Sur de las Américas”.
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