Para la WSPA, la Sociedad Mundial para la Protección Animal, este dato significa, además de un negocio que beneficia a muchas comunidades, un signo de esperanza para el futuro de las ballenas.
Marcela Vargas, gerente de programas de WSPA para México, Centroamérica y el Caribe, ‘nuestros países sencillamente no pueden ignorar los beneficios derivados de la protección de las ballenas. El turismo de avistamiento de ballenas ha crecido exponencialmente, lo cual es indicación de un claro interés de la gente de disfrutar de estos magníficos animales en una manera respetuosa y pacífica’.
Al año, unas 2.500 ballenas son aniquiladas cruelmente por los países balleneros: Noruega, Japón y Groenlandia y esto sucede pese a la moratoria a la caza comercial de ballenas impuesta por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en 1986.
Para Vargas, el problema de esta situación es que las ballenas que son cazadas y amenazadas por esta práctica, son las mismas que llegan a las costas latinoamericanas.
Al margen de la amenaza a la conservación de estos mamíferos marinos y al turismo de avistamiento de ballenas, para WSPA la caza de cetáceos es inaceptable por el hecho de que es cruel e inhumano.
Según confirman estudios de la OIE, la Organización Mundial para la Salud Animal, es imposible matar una ballena de forma humanitaria en alta mar. Los animales son cazados con harpones explosivos que raramente aciertan para producirles una muerte inmediata y más bien sufren incluso durante horas antes de morir.