Es muy probable que cerca de diez dirigentes agropecuarios se calcen el traje de diputados el 10 de diciembre próximo.
En su estrategia está implícito que al ocupar una banca en la Cámara baja podrán defender su negocio desde un ámbito incuestionable para el gobierno de turno.
Muchos de ellos encabezan listas o están en lugares privilegiados en representación de dos fracciones políticas que podrían hacer un buen papel en las próximas elecciones, el Acuerdo Cívico y Social y el peronismo disidente.
El piquetero D’Elia, por su parte, está negociando 40 concejalías bonaerenses, dos bancas en la Legislatura provincial y un lugar en la Cámara de Diputados.
De la misma manera, muchos ignotos concejales o diputados han llegado a ocupar un escaño para defender los intereses de un rubro económico determinado, haciendo lobby desde el mismo lugar en el que se discuten las decisiones que puedan afectar al futuro de su sector.
Son empresarios, profesionales o asesores rentados, pero responden no solo al estamento político que les otorgo la banca, sino también a quienes son sus representados.
Nos guste o no, el campo y D’Elia son dos ejemplos visibles de la negociación política moderna, pero hay mas, muchos mas.
La industria turística está aun muy lejos de ser un actor importante en la política nacional del siglo XXI, y a pesar de ello ha sido reconocida por todos los sectores políticos como pilar fundamental de la recuperación económica del país.
El sector turístico hoy representa más de un 7 por ciento de la actividad económica nacional en forma directa y nadie se anima a calcular cuánto debe representar en forma indirecta, ya que afecta a casi todos los rubros económicos del país.
Durante el transcurso de los gobiernos de Alfonsín, Menen, De la Rúa y Kirchner la dirigencia turística acrecentó su presencia en las decisiones políticas de las diferentes administraciones, logrando incluso que hasta llegara a formar parte del portfolio de las políticas de estado.
El acercamiento con los funcionarios de turno nos permitió soñar con mucho más de los escasos logros alcanzados, pero dicha aproximación al poder se agoto en el mero hecho de estar cerca.
La falta de vocación política de nuestros dirigentes sectoriales asombra y entristece a la vez.
Tan alejados del poder político real se encuentran hoy nuestros dirigentes que sindicalistas como Barrionuevo o Camaño son quienes representan los intereses del sector en el congreso, pero desde la vereda de enfrente.
La actividad sindical está respaldada por cientos de miles de votos, pero la actividad turística da trabajo a más de un millón y medio de personas en forma directa que no necesariamente responden a las sindicaturas de UTHGRA o SEC.
La industria turística debe convencerse y luchar por un espacio acorde a lo que representa en la economía nacional -como sucede en otros países del mundo moderno-.
Los dirigentes del sector deben buscar un espacio político que les permita insertarse como uno más en el escenario de la política nacional y desde allí darle a la actividad el protagonism