Resulta difícil no hablar de Aerolíneas Argentinas. Resulta difícil escapar a tanta pavada pensada, escrita, hablada, discutida…
Parecería ser que para justificar la renacionalización de la compañía es necesario que todo el mundo hable del tema aunque nadie sepa de qué habla.
La semana pasada el canal estatal puso en el aire una producción en la que diputados, senadores, sindicalistas aeronáuticos, gerenciadores y todo bicho que caminaba -y podía decir algo de su recuperada condición de aerolínea de bandera- expresaron sus pareceres sin miedo a hacer el ridículo y muy creídos de ser dueños de la verdad más absoluta. En realidad mentían.
Como lo hicieron en el Congreso de la Nación, ante el pueblo, representado por sus diputados y senadores, que nunca se enteraron del engaño porque desconocían ingenuamente de que se hablaba, y quienes medianamente podíamos conocer el tema, observábamos con espanto como mentían.
Mentían por acción o por omisión, pero mentían, aunque en muchas oportunidades también dijeron sus verdades a medias, porque los que estaban enfrente no sabían que preguntar.
Ya es muy tarde para volver atrás, y a estas alturas tampoco serviría.
Había una decisión que en el entorno presidencial ya había sido tomada con mucha anticipación, demasiada, tanta que le corresponde a la anterior gestión de gobierno presidida por Néstor Kirchner.
Por lo tanto hoy solo queda detenerse a observar con que velocidad se producirán las primeras reprobaciones entre los líderes sindicales, que han adquirido tanto poder, y aquellos funcionarios que creen saber todo y con sus respuestas demuestran que están muy lejos de conocer lo que sucede hoy en el mundo con el negocio aeronáutico.
No está muy claro cuánto durará el proceso de transición, pero en breve se escucharán reclamos que hasta hoy se mantenían en silencio, porque había un enemigo en común que se debía quitar del medio.
Como veremos, lo que hasta ayer era malo para la empresa ahora no lo será tanto –por ejemplo aviones parados que se arreglan mágicamente con poco dinero y muchas ganas-, y lo que era bueno para los gremios pasará a no ser tan bueno para la nueva Aerolíneas –por ejemplo determinadas conquistas en cuestiones de horarios de trabajo y pagos de horas extraordinarias-.
Sin dudas, muchos dirigentes sindicales que el miércoles vitoreaban la estatización de la aerolínea, mañana serán los primeros en querer mantener los beneficios adquiridos por su gestión durante la era K –y con la anuencia de sus funcionarios- y se encontrarán con que esos mismos beneficios atentan contra los intereses de la empresa, y también del Estado, deberán ser revisados.
Ya está, Aerolíneas Argentinas y Austral volvieron a ser argentinas.
Ahora habrá que ver cómo hace el gobierno para transformarlas en empresas eficientes y modernas. Veremos si lo hace manteniendo a los sindicatos aeronáuticos con la misma cuota de poder que tanto mal le hizo al país y a las propias Aerolíneas Argentinas y Austral multinacionales, o si consigue darles el verdadero lugar que les corresponde, defendiendo los intereses de los trabajadores y no la ideología del que administra el futuro de la empresa.

Manuel Sierra
msierra@mens