La semana pasada las calles que rodean al Congreso de la Nación se vieron una vez más colmadas de manifestantes que pretendían ser escuchados por los legisladores que debían votar por la re-nacionalización de Aerolíneas Argentinas, Austral y el resto de las empresas que pertenecían al Grupo Marsans.
“Como sucedió con Obras Sanitarias y con el Correo Central, le vamos a seguir pidiendo al Gobierno que recupere el patrimonio de todos los argentinos”, dijo Hugo Moyano y sentó un precedente ante los escasos 3000 manifestantes que se hicieron presentes, de los cuales los propios trabajadores de la aerolínea de bandera eran franca minoría.
No tuvieron el mismo apoyo los empleados de Aerolíneas Argentinas y Austral cuando se privatizaron las empresas durante el gobierno peronista de Carlos Menem, o cuando estuvieron a punto de cerrar por la mala gestión de Iberia Líneas Aéreas primero y American Airlines después, en épocas del radical Fernando de la Rúa al frente del Ejecutivo.
Eran los mismos trabajadores, era la misma empresa, era el mismo país. Dónde estaban los apoyaban a los trabajadores? En ninguna parte. Los que querían salvar a Aerolíneas eran del pueblo, no los sindicalistas de turno.
La presencia del líder de la CGT transparenta definitivamente la compulsa política de la re-nacionalización de la empresa y le hace perder valor a la decisión de los legisladores, que nada saben de lo que sucede en el mundo en materia de legislación y desarrollo aerocomercial, pero opinan como si supieran.
“Los dueños del país somos los trabajadores” dijo el jueves pasado Moyano. El país tiene dueño y no somos “los argentinos”, sino “una parte de los argentinos”.
Es la misma filosofía que ostentan los sindicalistas aeronáuticos como Llano, que advirtió que no embarcarán en vuelos de Aerolíneas Argentinas o Austral a la diputada Ginzburg por haber dicho que los responsables de la crisis de las empresas son sus propios sindicalistas, no sus empleados.
Quién es Llano para tomar esa decisión patotera que no es menor a las que ya tuvieron Pérez Tamayo, Cirielli, o Basteiro o Castro?
De esta manera, nuestro país sigue mirando para otro lado cuando el mundo avanza rápidamente en dirección contraria. Nos creemos vivos y nos peleamos entre nosotros en lugar de construir pensando con visión integradora en las generaciones que vienen.
Cada día estamos más lejos de países como Brasil, Chile o México, que históricamente nos miraban con recelo y un poco de sana envidia porque éramos el país líder de Latinoamérica.
Hoy, por seguir viviendo del pasado nos continúan mirando con cierto recelo, pero por nuestra frecuente tendencia a no cumplir con los compromisos pactados, y también con otro poco de sana envidia, pero esta vez por la forma en que desperdiciamos el tiempo en discutir de manera egoísta las pequeñas cosas cotidianas, cuando tenemos un país que produce todo lo necesario para autoabastecerse y a la vez ser uno de los más grandes del mundo. Y no hablamos del tamaño precisamente.

Manuel Sierra
msierra