Los debates en el Congreso de la Nación por las retenciones al agro demostraron una férrea decisión de los legisladores por hacer prevalecer sus pareceres más allá de las ideologías políticas.
Sin dudas fue una bocanada de aliento que a muchos nos permitió pensar que no todo estaba perdido y ver que el poder legislativo podía volver a funcionar como en sus mejores épocas.
A un mes de este hecho casi insólito para el pueblo argentino -acostumbrado a que le reglamenten la vida cotidiana a decretazos-, las expectativas vuelven a centrarse en el parlamento; esta vez por la re-estatización de la línea aérea de bandera.
El debate que se ha generado por Aerolíneas Argentinas y Austral en la Cámara de Diputados está cargado de desaciertos, mentiras, intrigas y traiciones. Nadie dice todo lo que sabe y todos saben mucho menos de lo que dicen.
Lo curioso es que muchos de los diputados –oficialistas u opositores- que votaron a favor de la privatización de Aerolíneas Argentinas en tiempos del ex presidente Carlos Menem, hoy siguen en sus mismos puestos de diputados y se rasgan las vestiduras arengando por la necesidad de que el país cuente con una línea aérea de bandera, borrando con el codo lo que supieron escribir con la mano –en el bolsillo?-.
No tenían antes -y por supuesto no tienen ahora- verdaderos fundamentos de peso para llevar adelante una decisión que nos ha costado más de 900 millones de dólares en el pasado y que seguramente nos volverá a costar otros 900 millones más en el futuro cercano, sin contar los costos de operación y mantenimiento.
El oficialismo se aferra a una necesidad inobjetable de mantener un entramado de rutas que pueda asegurar a la población el libre traslado por el suelo argentino, pero erróneamente basa su decisión en el momento que vive la industria turística en nuestro país, cuando el principal beneficiario de una aerolínea de bandera debería ser precisamente el ciudadano argentino.
La oposición mientras tanto muestra una verdadera ignorancia en cuanto a las necesidades aerocomerciales del país y de la región, pretendiendo unificar Aerolíneas Argentinas y Austral en una nueva aerolínea, lo que demuestra el alto grado de desconocimiento de la convivencia sindical, la falta de unificación de flotas y la superposición de rutas otorgadas en audiencia pública, la cual debe respetarse para ser justos con el resto de las aerolíneas privadas que vuelan en el país.  Además, proponen no pagar la deuda por servicios ya prestados a las ex empresas del grupo Marsans, generando un quebranto que una vez más nos desacreditará como país.
Con todo respeto por los señores diputados nos preguntamos: quién los asesora?
Extraña que los legisladores no muestren la misma prolijidad que tuvieron para tratar el tema agropecuario al emitir opiniones y consensuar posiciones con el tema Aerolíneas Argentinas y Austral.
La situación es demasiado compleja como para reducirla simplemente a una discusión de trincheras políticas, donde se pretende encontrar quién gana, quién pierde, o mejor aún, ver si tirando la pelota afuera la culpa se la llevan los demás. Y otra vez creernos que nosotros no somos responsables de lo que sucede o deja de suceder en nuestro país.
Un tratamiento serio y responsable podría servir para comenzar a delinear el plan de desarrollo aerocomercial sustentable que tanta falta nos hace para parecernos un poco más al resto de aquel primer mundo que solíamos integrar.


Manuel Sierra
msierra@men