Ha pasado tanta agua bajo el puente que ya no sabemos si es picardia argentina o genuina necesidad.
La semana pasada, los chicos K apuraron su presencia frente al Congreso de la Nacion y plantaron bandera con la primera carpa kirchnerista en defensa de las retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Al dia siguiente, luego del reconocimiento público de Alfredo De Angeli de que les habían ganado de mano, se plantó la carpa verde de las entidades del campo.
Hasta ahí, una insólita situación que genera barullo visual en la Plaza de los Dos Congresos e impide el normal desplazamiento del ciudadano común por un lugar de alto tránsito.
Sin embargo, igual que en 2002 con las manifestaciones piqueteras, la expresión popular vuelve a ser un triste atractivo turístico que trasciende nuestras fronteras y nos muestra como un país empobrecido económica y culturalmente.
Igual que en 2002, las carpas del Congreso cuentan una historia de la realidad cotidiana muy nuestra, que no es la que queremos mostrar, pero está ahí y es la que nos toca vivir. Y cuentan a quienes quieran oírlas quiénes somos, por qué nos peleamos y cuáles son nuestras miserias…
Para hacer más atractivo el show, cuentan los que pasaron por allí, la cosa daba para alquilar balcones, y no sólo los medios de prensa pagaron por tener una imagen diferente del circo criollo, también hubo turistas que llegaban en buses y taxis dispuestos a pagar por una buena ubicación para sacar fotos de una lucha de clases que divide al pueblo más allá de lo imaginable, ejercitando la memoria y trayendo al presente los aspectos más ásperos de cada una de las partes.
Ya no se trata de ver quién gana o quién pierde. Todos perdemos y la mayor prueba es el frío que recorre las economías de los argentinos hoy, a riesgo de afectar seriamente las economías regionales por la falta de pasajeros autóctonos recorriendo el país de punta a punta con en años anteriores.
Es cierto que algunos destinos contarán con el beneplácito de los turistas extranjeros, pero nadie sueña con hacer grandes negocios en esta temporada y la preocupación no se oculta.
Argentina, el granero del mundo es un país condenado al futuro incierto por culpa de nosotros mismos.

Manuel Sierra
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