El país vecino anunció una caída de 13,6% en el receptivo durante 2019. La poca afluencia de pasajeros argentinos fue una de las causas. 

La crisis económica no sólo golpea al turismo puertas adentro, sino que los países vecinos, dependientes en mayor o menor medida del flujo de pasajeros argentinos, también vienen padeciendo los coletazos desde hace varios meses. Un ejemplo de eso es Uruguay, cuya actividad turística históricamente mantuvo una fuerte dependencia de los viajeros provenientes de Argentina. Esa situación se vio reflejada en los últimos números publicados por el Ministerio de Turismo uruguayo, que anunció una caída del receptivo durante 2019 del 13,2%.

Si bien destacaron que la balanza turística se mantuvo positiva en 553 millones de dólares, también hubo una disminución del gasto, ya que ingresó un 18,6% menos de divisas que en 2018 (1753 millones de dólares). La baja en la cantidad de extranjeros está intrínsecamente ligada con la crisis económica local, ya que sólo cruzaron el Río de la Plata 1.744.643 personas (-24,8%), cuando hace dos años habían ido a vacacionar a Uruguay más de 2.300.000.

Ahora, con la temporada de verano 2020 en curso, las cosas no parecen tender a mejorar. Más allá de los múltiples esfuerzos del país vecino por atraer a los pasajeros argentinos (en diciembre lanzaron una serie de beneficios impositivos, descuentos en carga de combustible y canasta de alimentos con precios especiales para turistas), el nuevo impuesto del 30% sólo dificulta aún más la situación.

Por eso, el presidente saliente, Tabaré Vazquez, tras una reunión que se produjo la semana pasada entre el Gobierno argentino y la Cámara Uruguaya de Turismo (ver "Importante encuentro entre Lammens y empresarios uruguayos"), aseguró que el ministro de Turismo y Deportes de la Nación, Matías Lammens, se habría comprometido a "rever la medida en 180 días".