Después de la crisis del 2001, la actividad turística tuvo que reformularse y en muchos casos cambiar su rumbo, para acomodarse a una realidad muy diferente. Con el paso de los años el turismo pudo demostrar su capacidad de reacción y se convirtió en uno de los sectores económicos más importantes, contribuyendo notablemente a la reactivación nacional. Tanto esfuerzo debía tener un premio.
En el 2006 Mensajero Periódico Turístico se planteó la idea de entregar un reconocimiento a la labor realizada por las empresas y personalidades más destacadas de la industria, y el entusiasmo con que se recibió la iniciativa fue una clara señal de un vacío que ansiaba colmarse.
Cuando se realizó la segunda entrega de los premios Bitácora en el año 2007 aquello que había sido una audacia de sus creadores, era recibido en esta oportunidad con una inusitada expectativa por los miembros de la industria turística. La ceremonia alcanzaba entonces su perfil definitivo, y el mercado interpretaba lo inédito de la convocatoria: los premios se transformaban en la única instancia que daba un reconocimiento social al trabajo del sector.
Esta tercera edición de los premios Bitácora fue un acabado termómetro del estado de la industria turística. Cuatrocientas personas, entre funcionarios y empresarios, colmaron las instalaciones del Tango Palace. Como un guiño de cuál es el camino a seguir, los premiados fueron nuevamente elegidos democráticamente por los miembros del sector. El clima que se vivió durante la velada fue tan singular como la propuesta: pocas veces se vio a los representantes de la industria tan a gusto en un encuentro de este tenor. El signo distintivo en esta ocasión, es que la fiesta ya no fue un asunto de Mensajero Periódico Turístico, los premios Bitácora se volvieron el lugar donde la actividad se juzga a sí misma.
Tal vez el mayor logro de la edición 2008, no sea que hayamos conseguido cuadruplicar la concurrencia de los protagonistas en su tercera edición, ni que hayamos sentado a los empresarios más importantes del rubro junto a las autoridades nacionales en el marco de una elegante ceremonia de premiación. El mayor orgullo de esta ceremonia consiste en que logramos reunir en un sólo gesto -un “mimo”, como lo llamamos nosotros- el merecido reconocimiento a aquellos que dan vida a esta actividad, y dadas las circunstancias, esto es un antecedente notable.

Manuel Sierra
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