Luego de la esperada reunión de funcionarios de la administración K con ejecutivos del grupo español Marsans para zanjar diferencias con respecto a la venta de Aerolíneas Argentinas y Austral, las posibilidades de llegar a un acuerdo aparecen como muy remotas.
Ambas partes se muestran inflexibles en sus posiciones y dejan entrever que todo concluirá en un juicio de parte de Marsans contra el gobierno argentino ante el tribunal del Banco Mundial conocido como el Ciadi.
Para llegar a esta instancia, el Estado argentino deberá expropiar la empresa a sus dueños españoles y aguardar por la respuesta ante la demanda ya anunciada muchas veces y esperada con un alto grado de inconsciencia tanto por el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, como por los funcionarios que lo acompañan en esta patriada.
Para los que estamos cerca de los vaivenes de la industria turística y observamos con detenimiento las acciones de Gobierno, la secretaría de Transporte es un centro de poder que roza lo grotesco. No sólo es notoria la falta de ideas para desarrollar un plan estratégico que beneficie al país, sino también la maquiavélica forma de tomar decisiones que privilegian o perjudican a los empresarios del transporte según los intereses particulares del Ejecutivo y no de las reales necesidades autóctonas.
De esta manera, se licitó un objetable proyecto para un tren bala, se subvenciona al transporte automotor de manera arbitraria, se demora el incremento de las tarifas aerocomerciales por cinco años, se vuelven a estatizar ramales ferroviarios que funcionan mal…
Todo esto se da dentro de un marco de dudosa legalidad y con un fuerte contenido autoritario y prepotente.
La secretaría de Transporte maneja un presupuesto anual cercano a los dos mil millones de dólares. Se trata de una cifra que en manos criteriosas le permitirían al país tener un parque automotor público mucho más moderno y seguro, una red ferroviaria que cubra casi todo el país con costos accesibles para el transporte de carga y pasajeros, y un plan para incentivar la creación de nuevas empresas aéreas en un marco de transparencia y competitividad.
Según el diario La Nación, el dinero que maneja Ricardo Jaime anualmente alcanzaría para comprar empresas de la envergadura de TAM o GOL.
Que alguien le explique al pueblo argentino donde se malgastan esos dos mil millones de dólares, porque evidentemente no se aplican para mejorar la calidad de vida de los argentinos.

Manuel Sierra
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